Tiene que venir una crisis como esta para recordarnos que sigue habiendo clases. Tal vez ya no podamos referirnos a ellas con los mismos criterios que usábamos en el SXX, pero lo que queda claro es que lo que mas ha cambiado estos últimos años es la percepción que el ciudadano tiene de su propia conciencia de clase y no su realidad como tal en función de la renta.
España ha sido un país donde todo el mundo se sentía clase media y donde esta era entendida como un “totum revolutum” en el que cabían realidades de lo más diversas, incluidas en un solo continente. Un estado del bienestar aceptable y un crecimiento elevado durante las últimas décadas amparados por una sobreexposición al crédito han sido capaces de camuflar en nuestras cabezas la realidad de un país completamente diferente. Un país en el que la renta se concentraba cada vez más, en menos manos. Un país en el que los mecanismos de reparto del propio estado eran cada vez más ineficientes y un país donde los derechos laborales iban menguando. Todo, mientras el ciudadano se hacía más conservador en defensa de una idea de clase media que no se ajustaba a la realidad.
Hoy parece que esa clase única, esa Pangea empieza a dividirse en la cabeza de unos ciudadanos completamente despistados. Primero con la crisis económica, después con la crisis social y por último con la política. Ya no sirven los tópicos de antaño, hay que demostrarlos. Hoy empiezan a fallar los clientelismos ante la amenaza de una ruptura social y política que se prevé tras el crash económico.
En los próximos años van a volver a repartirse las fichas del juego en cuanto a fidelidades y querencias se refiere. No hay nada predefinido. En los próximos años vamos a ver como se crean nuevos nichos en torno a opciones más o menos sociales y como gente que antes pensaba de una manera, va a terminar pensando de otra. De cómo entiendan eso los diferentes partidos y de cómo sean capaces de explicar y dar respuesta a la nueva realidad, va a depender el futuro reparto político y el día a día de nuestra sociedad. Volvemos a un punto en la historia política de este país donde todo está por escribir y donde el nuevo reparto va a depender de la caligrafía de cada escribano; ni más, ni menos.